En un sueño, casi todo es prestado. Supongamos que en el vestíbulo del hotel, un desconocido se interpone entre tú y la locomotora fractal de las 9:15 (que BAJO NINGÚN CONCEPTO debes perder), dándote codazos mientras te comenta que el Duque de Wellington, afincado en el último tomo de la Enciclopedia Brittanica, ha declarado la guerra a sus vecinos Wellan (Ontario) y Welles, Orson, y que, si nadie lo remedia, sus tropas arrasarán página tras página hasta conquistar la A, matando nombres, violando definiciones y dejando huérfanas a miles de notas al pie por el camino. En circunstancias normales, el desconocido se permitirá cambiar de rostro, raza e incluso género durante la escena, puede que más de una vez si la conversación se alarga. Y, con toda seguridad, cada una de sus formas habrá sido robada inadvertidamente a su legítimo dueño, sea este el repartidor de publicidad de la boca de metro, la vecina a la que espiaste a los 14 años y que todavía ejerce de estrella invitada en alguna fantasía nocturna o ese actor en blanco y negro cuyo nombre jamás te vendrá a la cabeza. Lo mismo podrá aplicarse al vestíbulo del hotel, un compuesto de apropiaciones arquitectónicas tan inestable como las facciones del desconocido. Los sueños tienden a desarrollarse en localizaciones prestas a la demolición, para cuyo uso no has sido autorizado, y de las que hay que huir desordenadamente, sacrificando actores y argumento. Y sin embargo hay vestíbulos, balcones, barriadas enteras que insisten en sobrevivir a la noche, fijándose a tus párpados como el equipaje de los cómicos itinerantes, que arrastraban el mismo parco escenario de una función a otra, de Calderón a Samuel Beckett. Lugares que engarzan sus raíces entre la arena, topónimos enquistados en la más voluble de las geografías.
martes, 28 de abril de 2009
Hay lugares... (1)
En un sueño, casi todo es prestado. Supongamos que en el vestíbulo del hotel, un desconocido se interpone entre tú y la locomotora fractal de las 9:15 (que BAJO NINGÚN CONCEPTO debes perder), dándote codazos mientras te comenta que el Duque de Wellington, afincado en el último tomo de la Enciclopedia Brittanica, ha declarado la guerra a sus vecinos Wellan (Ontario) y Welles, Orson, y que, si nadie lo remedia, sus tropas arrasarán página tras página hasta conquistar la A, matando nombres, violando definiciones y dejando huérfanas a miles de notas al pie por el camino. En circunstancias normales, el desconocido se permitirá cambiar de rostro, raza e incluso género durante la escena, puede que más de una vez si la conversación se alarga. Y, con toda seguridad, cada una de sus formas habrá sido robada inadvertidamente a su legítimo dueño, sea este el repartidor de publicidad de la boca de metro, la vecina a la que espiaste a los 14 años y que todavía ejerce de estrella invitada en alguna fantasía nocturna o ese actor en blanco y negro cuyo nombre jamás te vendrá a la cabeza. Lo mismo podrá aplicarse al vestíbulo del hotel, un compuesto de apropiaciones arquitectónicas tan inestable como las facciones del desconocido. Los sueños tienden a desarrollarse en localizaciones prestas a la demolición, para cuyo uso no has sido autorizado, y de las que hay que huir desordenadamente, sacrificando actores y argumento. Y sin embargo hay vestíbulos, balcones, barriadas enteras que insisten en sobrevivir a la noche, fijándose a tus párpados como el equipaje de los cómicos itinerantes, que arrastraban el mismo parco escenario de una función a otra, de Calderón a Samuel Beckett. Lugares que engarzan sus raíces entre la arena, topónimos enquistados en la más voluble de las geografías.
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7 comentarios:
Y ahora vas y lo cascas.
Aguda observación...
pero no lo casques y te vayas, vuelve con el fasciculo numero 2, vikingo
Escriba mas,nosotros tenemo ma influencia sobre sus hihos que thú thiene.
Escribe mas.
nosotros tenemos más peligro con suh hijos
http://www.fugly.com/videos/7945/breakdance_baby_kick.html
¿Eso es lo que es?
¿Le confesé alguna vez, sea ud. quien sea (y me da a mi que nos conocemos), que paso mis noches con un traqueteo interior, una suerte de inquietud discontinua en el silencio, de quien viaja en un vagón de tren?
Hace tiempo que lo acepté y aún no he llegado a Mongolia. Pero algún día despertaré y mi cama estará allí.
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